siempre tenemos una caja de cartón bajo la cama,
donde guardamos toda la lluvia caída,
y las cartas que nunca nos atrevimos a enviar.
Dorados los cabellos,
esta indolente luz de domingo
parece ser la única verdad tras la tormenta.
Es la misma lengua que baña en azufre las noches,
que sella nuestros labios con un beso robado,
aquella que se viste de mujer siendo hombre,
y que fuma los cigarrillos más largos que existen.
Golpear todas las puertas, abrir todos los ventanales,
romper el horizonte hasta obtener una respuesta.
Diamantes de sal en tu cuello de cisne,
entre tus pechos grandes y negros...
¿por qué duermes tanto?
¿Con los ojos cerrados puedes ver pasar
los pájaros de largo...?
La habitación es barata y sucia,
ya lo sé,
pero el misterio de sus alas enmoquetadas,
sus techos altos,
y el sabor amargo de su miseria
me servirán para escribir una novela dentro de cien años,
y pudrirme en oro y mujeres de vino.
La rendición de las flores oscuras
y de los árboles podridos por la mitad.
El éxodo de los cangrejos y los alacranes.
Un poco más arriba, más suave,
no vuelvas a hacerme daño.
Acaricia mi mentón, mi pecho y mi sexo.
Soy un cadáver que bromea y bebe agua helada.
Eso es todo, ¿no?
Y yo te mataré antes de lo que piensas
-tú, mi niña, eres mi cumbre, mi valle y mi abismo-,
pero escríbime, no importa.
Guardaré tu carta bajo mi lecho,
en la caja de cartón empapada en agua de lluvia.
Escríbeme, la dirección no importa.
Seguro que nos volvemos a encontrar.
Y tarde o temprano, al llegar a casa,
encontraré tu carta en el suelo.
El cartero la habrá pasado por debajo la puerta.
Besos, amor.
Carlos Zanón
El sabor de tu boca borracha
(Ed. Nínfula. Barcelona, 1991)
1 comentari:
M'alegra que escrigues, encara que siguen coses d'altres. I fris per tenir al meu prestatge "Nedar-te la pell". Que arribe ja a València!
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